Son otro de los rubros afectados por la cuarentena. Con sus puertas cerradas desde el 13 de marzo, subsisten a partir de la colaboración que realizan algunos padres. «Amamos lo que hacemos y seguiremos adelante», resaltó Javier Colombari, coordinador de Islas Malvinas.

Las instituciones deportivas fueron, junto con las escuelas, las primeras en cerrar sus puertas a mediados de marzo, cuando se comenzaba a vislumbrar un avance del coronavirus en Argentina. Más de dos meses después, son otro de los rubros afectados por la cuarentena que continúa de cara a una nueva fase.

«Estamos con mucha incertidumbre. A todos nos afecta de uno u otro lado. Nosotros seguimos luchando porque es nuestro medio de vida, debido a que dependemos de los ingresos que generamos», subrayó Javier Colombari, coordinador de la Escuelita de Fútbol Islas Malvinas, en diálogo con Radio Black.

De esta manera, el entrenador comparó la realidad del sector con la que atraviesan hoy los gimnasios, las escuelas de tenis o de patín. «Muchos además alquilamos el lugar donde estamos y tratamos de cumplir. Nos sentimos desamparados; el deporte es una profesión devalulada».

Colombari precisó que el 90 por ciento de su ingreso depende de la actividad. «Desde abril quedamos a disposición de quienes quisieron pagar la totalidad de la cuota, una parte o no abonar. Algunos lo siguen haciendo y eso nos permite cubrir gastos fijos», añadió.

«No nos van a tumbar fácilmente; amamos lo que hacemos y trabajamos en otras cosas para poder cumplir con lo que queremos», agregó el coordinador y habló sobre el protocolo en el que ya están trabajando: «Lo armamos pensando en las instalaciones del club. Contamos con cuatro canchas de césped sintético, una cancha de 11 y dos canchas de 7, lo que nos permite trabajar con diez chicos que pueden ir acompañados de un mayor. Cada mayor tendrá un lugar exclusivo de un estacionamiento, desde donde puede ver el entrenamiento».

Además, cada jugador deberá llevarse sus propios elementos como botella de agua y alcohol en gel. Tendrá una superficie de 30 x 40 metros para entrenar de forma individual, sin entrar en contacto con otros. Previamente, se les tomará la temperatura a todos.

«Los chicos necesitan el aire libre, hemos hablado con los padres y ellos nos dicen que están demasiado pegados a lo tecnológico», concluyó Colombari.